Una que siempre me atenaza cuando abro los fardos, es la de tropezarme con algún ratón, abubilla o cualquier bicho silvestre que tuviera la mala fortuna de estar entre los rastrojos cuando prensaron la paja para empaquetarla.
Para abrir el fardo tienes que meter la mano para separar el mazacote, en un proceso en el la mano avanza ciega por un par de milisegundos (es la mínima fracción de tiempo que he conseguido lograr) y sólo de pensar que la indefensa extremidad (ponerme guantes da una pereza del copón) pudiera trabar contacto con algún cuerpecillo en avanzado estado de descomposición me pone los pelos como escarpias.
Justo hoy he visto unas plumas oscuras (cuervo, xoxoa? Quién lo sabe? A quién le importa?) asomando de la esquina del fardo y por poco tengo que manipularlo con un palo de metro y medio (nota aclaratoria: de origen inorgánico, por supuesto. Si ya meter la mano me da un txungo, no hablemos de willi ) hasta que me he dado cuenta de que era la muda de algún listillo que había anidado allí.
Para colmo, lo que no parecía más que otra delirante leyenda urbana ha acabado por convertirse en realidad (aunque por lo leído desde entonces, sería bastante osado dotar la noticia de mucha credibilidad)
No comments:
Post a Comment